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ISSN 2314-2138 (impreso) / ISSN 2314-1530 (en línea)

DebateUniversitario/Vol. 10 Nº19(Noviembre2021) 19


Autobiografía de Juan Carlos Del Bello, publicada en la Revista Ciencia e Investigación Reseñas

en la colección Autobiografías de prestigiosos investigadores argentinos (Tomo 9 N°21, AAPC, Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias)


Juan Carlos Del Bello


Trayectoria infatigable profesional y académica -no lineal, cortada por la represión y persecución políticay de gestión de políticas públicas, con énfasis en política universitaria, científica y tecnológica, signada por ideales de transformación social y fuerte compromiso político, donde la realización personal se concibe como parte de la realización colectiva Juan Carlos Del Bello.


Nací en Mar del Plata (1951) en un hogar de clase media, mis padres se mudaron a General Roca (Río Negro) cuando tenía 5 años de edad. Mi padre era odontólogo y ejerció su profesión en el hospital público y en la auditoría de la obra social provincial. Mi madre, ama de casa con primario completo. Estudié en escuelas públicas y terminado el bachillerato en el Colegio Nacional, anhelaba estudiar Derecho en una universidad nacional, aspiración que se vio frustrada por razones familiares que no vienen al caso. No pude ir a “estudiar afuera”, tuve que incorporarme al mercado de trabajo a los 18 años como cadete en el Banco de Río Negro y Neuquén, e inscribirme en la Universidad de Neuquén, creada en 1965 por el gobernador Felipe Sapag. La Universidad no dictaba Derecho, pero sí una carrera en ciencias económicas que me interesó: Licenciatura en Desarrollo y Programación Económica. Era la época del desarrollismo, de las miradas cepalinas y del Instituto Latinoamericano de Planificación Económica (ILPES). Sin contar con vehículo en el hogar, concluía las tareas laborales a las 19 horas y partía raudamente a dedo a Neuquén, hasta que conocí en la universidad otro roquense, que viajaba en auto y pude reemplazar el viaje a dedo por el viaje en auto, aunque muchas veces regresaba a Roca en colectivo a medianoche. Cursaba de 20 a 24 en las instalaciones de un colegio secundario de la calle Salta, en aquella época en el alto de la ciudad neuquina, regresaba a la 01:00 y cenaba la comida fría que me dejaba preparada mi madre. Al compás de los estudios fui progresando en el Banco (años más tarde cerró sus puertas) en la contaduría general de la casa central, cargando la información contable en las máquinas NEC de la época. Había estudiado mecanografía durante el secundario con las máquinas Remington, por lo que realizaba el trabajo a gran velocidad.

Finalmente, sólo dos seguimos la carrera ya que la mayoría se inclinaba por la licenciatura en administración. Norma Riavitz fue la compañera de estudios. La vida nos distanció luego de 1975 y nos volvió a encontrar a fines de los 80. Rara entonces ella había alcanzado un cargo gerencial en el Banco Central.

Obviamente las mañanas eran dedicadas al estudio, antes de entrar al banco al mediodía. No era un “traga” en el sentido de sólo dedicarme al estudio, por supuesto era un joven con inquietudes políticas, sociales, musicales. Continué en contacto con los egresados del Nacional que se quedaron en el pueblo y que no se fueron a “estudiar afuera”, a alguna de las tradicionales universidades nacionales. Una parte del grupo del quinto año del Nacional tuvo protagonismo político juvenil ya sea en el pueblo como en las ciudades donde estudiaban. Uno de ellos, “Nicky” Povedano murió por la represión, otros se exiliaron.

Mi padre era conservador popular de Vicente Solano Lima y anti radical. Mi madre, apolítica, dedicada al hogar, había quedado huérfana de muy pequeña.

Comencé a incursionar en la formación política con un simpatizante de Abelardo Ramos y su enfoque del socialismo nacional, así me fui acercando al peronismo universitario. Con un roquense 10 años mayor (David “Duvi” Mutchinick) que había tenido militancia política en la FURN en La Plata, un ex seminarista neuquino (el “turco” Jure) y otro neuquino (Daniel Baum) que con la recuperación de la democracia fue diputado y senador nacional, creamos la Línea Estudiantil Nacional, LEN. La primera agrupación estudiantil peronista de la universidad provincial. Luchamos por la nacionalización de la universidad, fuimos protagonistas del “espaldarazo” a Levinsgton en la catedral neuquina, durante el obispado de Jaime De Nevares, y acompañamos la histórica huelga del Chocón. Era un “jetón” universitario (aquél que hacía discursos). Se logró la nacionalización de la universidad a partir de la fusión de un instituto superior de General Roca y la universidad provincial. Se creaba la Universidad Nacional de Comahue (UNCO). Allí concluí los estudios de grado. Sobre la historia de la UNCO y las luchas sociales de la época en la región puede consultarse a Barbieri (1998) y Echenique (2018).

Al finalizar los estudios, la UNCO me otorgó una beca para estudiar un posgrado en la Universidad Nacional del Sur, en Bahía Blanca, en economía y planificación regional. Renuncié al trabajo bancario, no sin antes haber sido uno de los fundadores de la Asociación Sindical Bancaria.

El posgrado tenía el patrocinio del ILPES y de la Universidad de Grenoble, y la dedicación era full time. Rara entonces la carrera de economía política de la UNS era de las mejores del país. Tuve el privilegio de haber tenido profesores de la talla de los rosarinos Horacio Ciafardini y Carlos Cristiá, José Luis Coraggio, Enrique Melchior, Héctor Pistonesi, Carlos Barrera, Héctor Gambarotta, el uruguayo Danilo Astori y profesores de Grenoble. Resultó un salto cualitativo en mi formación académica. La intensidad de ese año en términos comparativos y a la distancia superó con creces las actuales maestrías en ciencias sociales de Argentina. Me gradué de “Experto en Economía y Planificación Regional”.

La militancia política se trasladó a Bahía Blanca, en el Peronismo de Base (PB), cuyo origen se remonta a la resistencia peronista y al pensamiento de John W. Cooke, con sus expresiones sindicales de la CGT de los Argentinos. En la militancia en Bahía conocí a Marta, mi compañera, reginense, hija del segundo afiliado al peronismo de Río Negro, el “Cholo” Borda. De formación cristiana con fuerte trabajo militante barrial. Estudiante de ingeniería química.

Volví a la UNCO a principios de 1973 como auxiliar de docencia, compromiso derivado de la beca recibida. Marta continuaba sus estudios ahora en Neuquén: el profesorado en química.

La primavera democrática del 73 y 74 fue breve e intensa.

La UNCO era conducida por Roberto Domecq, economista con especialidad en desarrollo regional. Mi inserción en la vida universitaria coincidió con la presencia de los destacados educadores: Juan Carlos Tedesco, Juan Carlos Geneiro (ambos fallecidos recientemente) y Augusto Pérez Lindo; y los economistas Carlos Izurieta, José Kuletz y Alberto Federico. Ni Marta ni yo continuamos siendo militantes universitarios, nos dedicábamos a la militancia política barrial y sindical. Marta fue la coordinadora de la Campaña de Reactivación Educativa del Adulto (CREAR), el programa de alfabetización lanzado por Jorge Taiana, Ministro de Educación y luego la delegada provincial de la Dirección Nacional Educativa del Adulto (DINEA), hasta principios de 1975. Para entonces el aire era irrespirable con la gestión de Oscar Ivanissevich (desde agosto de 1974) en el Ministerio de Educación de la Nación.

En el marco de altísimos niveles de violencia política y la triple AAA, en marzo de 1975 más de un centenar de docentes fuimos separados de nuestros cargos docentes. Rara entonces ya habíamos padecido el allanamiento de nuestro domicilio y la tortura policial. En julio de 1975 había fallecido nuestro primer hijo (Sebastián). Nuestro compromiso político era tal que en momento alguno se nos pasó por la cabeza irnos del país para continuar la carrera académica en el exterior. En el caso de Marta, nuevamente por razones políticas, discontinuó sus estudios de química. Nos quedamos en el territorio y me dediqué a los oficios. Intenté conseguir trabajo de lo que fuera. Recuerdo que fui rechazado por Martínez Hnos., una casa mayorista, porque debía memorizar 100 artículos. Así que con el amigo y sociólogo Cesar “Chato” Peón (luego exiliado en México previo paso por Cochabamba) montamos una pequeña carpintería. El conocía algo del oficio, yo nunca había agarrado una gubia. Simpáticamente adoptamos el nombre “comercial” de “vamo y vemo...s¡ lo podemos hacer lo hacemo”. Encolábamos sillas, cepillábamos puertas, hacíamos bibliotecas y aprendimos el oficio de tornear la madera, que nos enseñara un joven trabajador chileno (conservo los tarritos torneados para guardar especias que le hice a mi madre). Varias familias de clase media con hijos y amigos de nuestra edad nos contrataban para esos trabajos.

Dos anécdotas, el pediatra Julio Ruiz nos llamaba para cepillar puertas, pero el real motivo era sentarnos a conversar sobre la revolución cultural china. O la madre de una profesora colega (exilada primero en Brasil y luego profesora en Canadá), nos pedía que encoláramos las sillas del comedor donde compartía el juego de canasta con sus amigas. Claro a veces las sillas no estaban bien encoladas, pero ella decía que el trabajo había sido hecho por “dos profesionales”. “Chato” Peón terminó yéndose del país, mientras que yo con las máquinas manuales continué haciendo trabajos menores de carpintería, incursioné también en la pintura (barnizado de persianas de madera), hasta que a los tumbos, un amigo y compañero peronista me enseñó el oficio de cerrajero. Nos fuimos a Villa Regina, la ciudad natal de Marta y en el local de la peluquería de su madre hice una divisoria de madera, abrimos una puerta ventana del frente con un militante obrero de la construcción, e instalé la cerrajería “La llave rota”.

 

Pensábamos que no nos perseguirían, pero nos equivocamos. Sobre todo Marta, ya que de los 24 delegados de DINEA muy pocos sobrevivieron.


El exilio

En setiembre de 1976 con Néstor Spángaro, abogado, ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNCO de Roca y el antropólogo “Pachín” Cerutti, salimos del país, vía Cochabamba con destino final Caracas, sin visa de ingreso. De Cochabamba a La Paz y luego a Lima, procurando obtener la visa a Venezuela y en el ínterin buscando algún conchabo. Tenía la expectativa de tener trabajo en la Universidad de Maracaibo en el estado de Zulia.

Ante la imposibilidad de ingresar a Venezuela, logramos negociar en una agencia de viaje la modificación del itinerario de un pasaje comprado a crédito. Los compañeros de viaje continuaron directamente a México y yo haría escalas en Bogotá y San José de Costa Rica con destino final México DF. No tuve suerte en la Javeriana en Bogotá y continué a Costa Rica donde estaban dos compañeros de estudio del posgrado de Bahía Blanca que eran expertos del PNUD y llegué a ese país donde finalmente me quedé durante 8 años, hasta mi regreso a Argentina en setiembre de 1984. Me alojé en una casa/departamento de otro exilado, en una callecita llena de exilados chilenos y argentinos, que denominamos “el ghetto”. Para entonces Marta estaba escondida en algún lugar de Argentina.

La búsqueda de trabajo no fue sencilla, no conocía el idiosincrático “ni”, que significa “ni si, ni no”. En cada búsqueda laboral me “comía el amague”: creía que había conseguido trabajo. Hasta que finalmente conseguí el primer trabajo en la Confederación Superior Universitaria Centroamericana (CSUCA), que por entonces estaba dirigida por el exilado escritor nicaragüense Sergio Ramírez Mercado, para procesar una encuesta sobre la agroindustria costarricense y el respectivo análisis de los datos, por 200 dólares. El trabajo fue publicado en la revista de investigación del CSUCA (Del Bello 1976). Finalmente conseguí un trabajo estable en el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA). Me incorporé a la Escuela de Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica (UCR) con una dedicación simple como docente visitante en asignaturas sobre planificación económica. Marta llegó en noviembre a San José y ambos fuimos alojados por un matrimonio chileno exiliado en 1973 con el golpe pinochetista. Luego alquilamos en la callecita “el ghetto”. Surgió la posibilidad de hacer el doctorado en la Universidad de Lovaina así que estudiaba francés, mientras Marta, embarazada, comenzó a dictar clases como maestra en una escuela rural y reiniciaba los estudios de química en la UCR. En marzo de 1978 nacía nuestro segundo hijo, Marcos Julián. No conseguí la beca para el doctorado. El aprendizaje del oficio de carpintero me permitió hacer el mobiliario de la casa: mesa y sillas, cama matrimonial, cuna, etc. Luego pasé a la dirección de planificación del Instituto Tecnológico de Costa Rica (ITCR), el “Tec”, y continuaba dando clases en la UCR. Hasta que conocí a Daniel Chudnovsky, economista argentino especializado en temas de tecnología e inversión extranjera, que trabajaba en la División de Tecnología de la UNCTAD en Ginebra, cuando vino a dictar un seminario a San José. Entonces me encargó un estudio sobre la industria farmacéutica costarricense y la política nacional de medicamentos y propiedad intelectual, trabajo que fuera publicado por la UNCTAD en todos los idiomas de las Naciones Unidas (Del Bello 1978). Luego hice una breve estadía en Ginebra, con Chudnovsky y el director de la División de Tecnología el indio Surendra PatteL Iniciaba mi formación académica en investigación en ciencia y tecnología. Con otros dos argentinos, los abogados Carlos Correa (que luego fuera Subsecretario en la gestión de Manuel Sadosky en la SECYT) y Eduardo White trabajamos para cambiar la ley de patentes de invención de Costa Rica, cosa que logramos pese a la crítica de las transnacionales farmacéuticas (Del Bello 1989). Los idearios revolucionarios estaban intactos, por lo que colaboramos desde Costa Rica con la revolución sandinista. Participamos en la creación del Centro de Residentes Argentinos que nucleaba  a los exilados y confrontamos con el embajador argentino de Rafael Videla, el correntino pseudo demócrata José Antonio Romero Feris. En un proceso evolutivo de práctica profesional, investigación científica y docencia universitaria, fui creciendo en términos académicos. Fui convocado para integrar la dirección de planificación científica y tecnológica de la Oficina Nacional de Planificación (OFIPLAN) de Costa Rica, dejé el Tec y con el tiempo me transformé en el Director del área. Ya tenía residencia definitiva. Representé a Costa Rica en la Comisión Centroamericana de Ciencia y Tecnología (CETECAP), que contaba con el apoyo de la OEA. Negociamos un programa con el PNUD de Política Científica y Tecnológica, el “COS 81”, cuyo núcleo duro fueron estudios e investigaciones sobre desarrollo científico y tecnológico y políticas públicas en Ciencia y Tecnología (CyT), bajo mi dirección. A su vez continué cooperando con el CSUCA, ahora con el nicaragüense exilado Carlos Tünnermann también en el área de ciencia y tecnología, quien luego fuera Ministro de Educación del gobierno sandinista de Daniel Ortega y Ramírez Mercado. Colaboré con el Ministro de Planificación, el 

En paralelo continuaba mi formación profesional en política científica y tecnológica a través de cursos cortos en Costa Rica y otros países. Así fue como me conecté en Bogotá con el chileno Iván Lavados, por entonces director del ONDA (Centro Interuniversitario de Desarrollo). Una nueva área de estudios y acción fue la “vinculación tecnológica”. Creamos el área de vinculación tecnológica en la Secretaría de Investigación de la UCR por entonces a cargo del científico Luis Macaya, que años más tarde fuera electo Rector de la Universidad.

Con un grupo de jóvenes economistas, por cierto brillantes, abrimos la carrera de economía en la recientemente creada Universidad Nacional de Costa Rica en Heredia. Carlos Izurieta, el argentino con quien compartí la primavera del 73/74 en la UNCO y los costarricenses Rebeca Grynspan, Leonardo Garnier, Saúl Weisleder, Fernando Herrero, quienes con el tiempo fueron más tarde ministros de hacienda y educación y funcionarios de organismos internacionales. Con Carlos Izurieta dábamos clase de economía marxista (particularmente sobre “El Capital”, de Carlos Marx, yo enseñaba sobre la reproducción ampliada del capital), en el área de Historia del Pensamiento Económico, así como Teoría Clásica del Imperialismo y Teoría de la Dependencia. Para marzo de 1982 nacía nuestra hija, Carolina. Ya había pasado la posibilidad de realizar los estudios de doctorado y Marta se graduaba de Licenciada en Química, con orientación industrial y físico química.

En 1980, la Asociación de Estudiantes de Ciencias Políticas de la UNCR me distinguía con el diploma de “Honor al Mérito”, por la valiosa colaboración a la Escuela de Ciencias Políticas.

La recuperación de la democracia en diciembre de 1983 fue el llamado para retornar al país, y “empezar de nuevo”. Durante los ocho años de exilio, volví clandestino por dos días a ver a mis padres en General Roca, vía Chile. Mi padre era entonces un militante de la APDH, comprometido en la defensa de los derechos humanos.


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El retorno. La SECYT, el CISEA y el CEI

Formamos parte del colectivo de repatriados por ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados). Volví al país en el marco de la política de retorno de científicos en el extranjero en la gestión de Manuel Sadosky, en la Secretaría de Ciencia y Técnica (SECYT) durante la presidencia de Raúl Alfonsín. Me inserté en la Subsecretaría de Desarrollo e Informática (SID) que conducía Carlos Correa en la SECYT y simultáneamente con una beca de investigación del IDRC (International Development Research Centre) ingresé al Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administración (CISEA) que conducía Jorge Schvarzer, al equipo de investigación que estudiaba las transformaciones en el agro pampeano, liderado por Martín Piñeiro y Eduardo Trigo. El grupo de investigación contaba con muy buenos profesionales: Osvaldo Barsky, Roberto Martínez Nogueira, Edith de Obschatko, Marta Gutiérrez, Felipe Solá, Félix Cirio, Néstor Huici, Ignacio Llovet y Eduardo Jacobs. Las publicaciones de mi autoría o en coautoría fueron: Del Bello (1986a); Obstchatko de y Del Bello (1986b); Del Bello y Gutiérrez (1987); Del Bello (1988a). Años más tarde y como continuidad de esta línea de investigación publiqué Del Bello (1991).

Fui docente en un posgrado de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UBA sobre cam bio tecnológico en la industria de la construcción, pero renuncié ante la “copia” de estudiantes y la inacción del decanato de la Facultad ante dicho suceso.

Con Carlos Correa hicimos varios trabajos sobre transferencia de tecnología, uno de ellos para el Instituto para la Integración de América Latina del BID, una guía para empresas latinoamericanas sobre contratación de tecnología extranjera (INTAL, 1986). Para INTAL también hice otros trabajos (Del Bello 1985). Investigué sobre contratos de transferencia internacional de tecnología durante el proceso militar, las políticas de patentes de invención, la vinculación tecnológica y la difusión de tecnologías informáticas en sectores de la producción de bienes y servicios, casi todos en el marco de la edición de una Serie de Estudios que creó Carlos Correa.1

En la SECYT conocí a la Dra. Rebeca Guber, con quien a partir de entonces desarrollamos una estrecha amistad y trabajamos juntos por muchos años. Me acompañó en la Secretaría de Políticas Universitarias, la Secretaría de Ciencia y Tecnología y el INDEC.

En 1986 se normalizó la UNCO. El gobierno alfonsinista había reincorporado a los docentes cesanteados, en el marco de la ley 23.068 que contempló la situación del personal cesanteado, prescindido u obligado a renunciar por motivos políticos, gremiales o conexos. Si bien había sido reincorporado a la UNCO, no había tomado posesión del cargo dado que me había instalado en Buenos Aires. Entonces, a un grupo de docentes de la UNCO se le ocurrió postularme como candidato a Rector. Fui objetado por la Franja Morada porque no era profesor. Por cierto, había sido auxiliar de docencia en esa universidad durante 2 años y mi trayectoria como profesor se desarrolló durante 8 años continuos en Costa Rica. El proceso electoral se politizó y mi candidatura fue finalmente legitimada. Salí segundo en la votación, detrás del físico políticamente independiente del Centro Atómico Bariloche, Oscar Bressán. El candidato de la Franja Morada salió tercero. Fue un intento fallido de retorno al pago.

En 1987/1988 me postulé a la carrera del investigador científico del CONICET, sin director, proponiendo como tema de investigación el desarrollo y la transferencia de tecnología en el agro pampeano, en línea con las investigaciones aplicadas en el campo de la economía de la innovación tecnológica, y como continuidad de los trabajos desarrollados en el CISEA. La subcomisión disciplinaria -con la participación de Miguel Teubalrecomendó el ingreso a la carrera con “categoría de adjunto sin director”, pero la comisión de la gran área de ciencias sociales propuso “adjunto con director”. Rechacé entonces esa categoría. No seguí el consejo del Presidente del CONICET, Carlos Abeledo, de ingresar y luego pedir reconsideración. Fiel a mi terco estilo, presenté reconsideración sin aceptar el ingreso en esas condiciones. Nunca me contestaron y fue así que no soy investigador CONICET.

Continuaba con mi doble sombrero de investigador y asesor en política científica y tecnológica. Con Carlos Correa y Rebeca Guber elaboramos el documento de Lineamientos de Política Científica y Tecnológica (“libro verde”). A su vez, fui asesor del INTA, convocado por su Director, el Ing. Agr. Carlos López Saubidet, para la creación de una unidad de articulación tecnológica con el sector industrial y capacitación de profesionales. Por la experiencia desarrollada en Costa Rica y CINDA, formulé el concepto de “unidad de vinculación tecnológica”, entendido ya no como el enfoque lineal de la transferencia de tecnología (de la oferta a la demanda), sino como una avenida de doble vía. Estudiamos las áreas de vinculación tecnológica, como la producción de la vacuna antiaftosa oleosa con Laboratorios San Jorge Bagó, la multiplicación de variedades de trigo con la cooperativa PRODUCEM, el desarrollo y la producción de maquinaria agrícola. Capacité a profesionales en formulación y negociación de contratos de transferencia de tecnología. Como fruto de esa tarea se creó ARGENINTA, actualmente la unidad de vinculación tecnológica de ese organismo.


1 Los trabajos de mi autoría de la Serie de Estudios en 1986 fueron los siguientes: “Transferencia de tecnologías informáticas”, en colaboración con Correa C. SID N° 1; “Cuía sobre contratos de vinculación tecnológica entre centros de investigación y empresas”. SID N° 6; “Difusión de tecnologías informáticas y electrónicas en el sector agropecuario”. SID N° 7; “Difusión de la informática en el sistema financiero argentino”. SID N° 1 7. En 1987: “Comercio exterior de bienes informáticos en América Latina”. 154 p. y “Producción y comercio de software en la Argentina”. 80 p.



 

Cuando en 1987 le encargan a Daniel Chudnovsky formar el Centro de Economía Internacional (CEI), un instituto de investigación de soporte técnico de la Secretaría de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería, no dudé y me fui a trabajar con quien fuera mi maestro. Cambiaba mis temas de investigación en el sector agrario, aunque conservaba el eje de mi matriz profesional y académica en economía de la innovación. Me ocupé directamente del área de inversión extranjera y transferencia de tecnología. Como en la época se había firmado un acuerdo asociativo particular con Italia, me dediqué a investigar la economía italiana. Integraron ese grupo de investigación talentosos de la talla de Andrés López, Alfredo Calcagno (h), Alejandra Herrera (hija de Amílcar Herrera) y Amalia Martínez. Entre los trabajos publicados se destaca Del Bello (1988b) y Del Bello (1988c). Con mi maestro escribimos desde entonces varios trabajos: Chudnovsky y Del Bello (1985) y Chudnovsky y Del Bello (1989b).


  

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Por su parte, Marta se incorporaba a la FCEyN de la UBA en el área de química industrial, con Norberto Lencoff.

Nuestra simpatía política con el peronismo me llevó a integrarme a la Fundación Andina que había creado el político mendocino Octavio “Pilo” Bordón, allí conocí a Juan José Llach.


Los noventa: gestión de políticas públicas

En 1989 me integré al equipo de gobierno de Carlos Menem en la Secretaría General de la Presidencia, como director nacional, pero no me hallaba en ese lugar así que rápidamente partí al Ministerio de Economía para trabajar con Héctor Gambarotta, uno de mis profesores en la UNS, quien había sido designado Secretario de Coordinación por el Ministro de Economía, Erman González. Ya había dejado el CEI pero hacía trabajos de investigación en la Fundación Andina, casualmente sobre la relación asociativa con Chile. Ello motivó que por el trabajo de investigación que realizaba, el embajador argentino en Chile, Antonio Cafiero, me invitara a pasar unos días en su residencia, para discutir y analizar el documento de mi autoría. Destaco la profundidad de la lectura de Cafiero. Nos despertábamos temprano para analizar las alternativas de asociatividad económica con Chile. Desde entonces Antonio me invitó a sus masivos festejos de cumpleaños, por cierto muy entretenidos.

En 1990 designaron a Domingo Cavallo al frente de la cartera económica y asumió Juan José Llach como Secretario de Programación Económica, quien me designaría Subsecretario de Estudios Económicos.

Recuperaba entonces la combinación de investigación y política pública que había desarrollado desde el exilio costarricense. El INDEC dependía de la Secretaría, lo que permitía desarrollar también estudios vinculados con la producción estadística. Entre ellos un estudio sobre la pobreza estructural. Lo cierto es que el deterioro del Ministerio era impresionante. La hiperinflación de 1989 y 1990 había dejados también allí sus rastros.

Juan José Llach había sido el autor intelectual de la “convertibilidad”, había estudiado las salidas de las hiperinflaciones de posguerra en Europa y su trabajo sobre el tema era publicado en la Revista Techint. Fui responsable del informe mensual de coyuntura económica y dirigí los estudios sectoriales de competitividad de la economía argentina que habían sido encargados a la CEPAL (a cargo de Bernardo Kosacoff) y expertos en sectores y regiones. Me sentía como pez en el agua: enfocado en la economía de la innovación desarrollábamos investigaciones sobre la competitividad de la economía argentina.

Antes de asumir la Subsecretaría de Estudios Económicos, me había convocado el Ing. Jorge Rodríguez, presidente de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados de la Nación, para conversar sobre la idea de presentar un proyecto de ley de fomento a la innovación tecnológica. Jorge Rodríguez había sido investigador del INTA, doctorado en EEUU y alumno mío en un curso de capacitación profesional en vinculación y transferencia de tecnología. Colaboré con la elaboración del proyecto que finalmente fue sancionado y promulgado como Ley 23.877 de Promoción y Fomento a la Innovación Tecnológica. Se establecían entonces por ley las unidades de vinculación tecnológica y se fomentaba la innovación en el sector privado mediante incentivos económicos (fiscales y financieros).

Con J. J. Llach compartíamos el enfoque que el programa de convertibilidad se podía sostener siempre que aumentara la competitividad de la economía, para lo cual la innovación tecnológica era una herramienta indispensable. El área de Ciencia y Tecnología era conducida por el Dr. Raúl Matera, neurocirujano de larga trayectoria política en el peronismo. Por su jerarquía el área pasó a depender de Presidencia de la Nación. Matera reincorporaba a la gestión en la SECYT y en el CONICET a científicos que habían sido parte de las gestiones de la dictadura. Entre ellos, y al frente del CONICET, a Bernabé Quartino, quien fuera delegado en la intervención de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA después de la noche de los bastones largos y Rector de la UBA durante la presidencia del general Agustín Lanusse. Se producía así una “contra reforma” en el CONICET, hechos sobre los que dimos cuenta en una publicación (Del Bello 2007a) en la que también participó Carlos Abeledo.

En ese contexto, con Llach negociamos un préstamo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para promover la modernización tecnológica del aparato productivo, que se denominó Programa de Modernización Tecnológica (PMT) y que diera inicio a una seguidilla de nuevos tramos de esa línea de crédito. El énfasis estaba puesto en los incentivos económicos a las empresas, a través de créditos concesionales (tasas de interés inferiores a las del mercado y amplios períodos de gracia) y créditos de recupero contingente, para lo cual creamos el Fondo Tecnológico Argentino (FON-TAR) en jurisdicción de la Secretaría de Programación Económica. Sin duda esto incomodó a Matera, que veía “birlada” la secuencia de créditos del BID para Ciencia y Tecnología: el BID I durante el proceso militar para la creación de los centros regionales (CRIBABB, CERIDE, CRICYT, CENPAT y CADIC) y el BID II de la gestión de Alfonsín cuyo eje central fue el financiamiento de proyectos de investigación científica mediante convocatorias públicas, desandando el camino de transformar al CONICET en un conjunto de institutos de investigación. Auspiciado por la Fundación Garfunkel, en diciembre de 1992 fui invitado a hacer una pasantía de tres meses en el San Anthony College de la Universidad de Oxford. El programa de convertibilidad empezaba a crujir, varios del equipo económico planteábamos establecer una convertibilidad sobre una canasta de monedas (incluido el Real), por lo que la pertenencia al equipo económico

se tornaba incómoda e insostenible.

En 1992 había asumido el Ing. Jorge Rodríguez el Ministerio de Educación de la Nación en reemplazo de Antonio Salonia, y a mediados de 1993 Rodríguez me convoca a organizar una nueva secretaría ministerial: la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU).

Las universidades son el locus natural de la investigación científica. Habían transcurrido 9 años de mi regreso al país y no me había insertado como docente en la UBA, salvo el corto período en el posgrado de la FADU. De manera continua durante 2 años en Argentina y 8 en Costa Rica había sido docente universitario. Dejé el Ministerio de Economía y asumí el desafío de diseñar y gestionar la política universitaria, “prima hermana” de la política científica.

Una amplia literatura da cuenta de la política activa desarrollada, con críticas y elogios según la posición ideológica. Fanelli (2005) caracterizó la etapa como “un período de reforma intenso y veloz, con amplitud del espectro de medidas, que planteó la ruptura con el modelo de estado benevolente y con gran capacidad de liderazgo”. Rebeca Guber, Carlos Marquis, Victor Sigal, Eduardo Sánchez Martínez, Eduardo Mundet, Emilio Fermín Mignone, Osvaldo Barsky, César Peón, Héctor Gertel y José Delfino, entre otros, fueron protagonistas de esa gestión, así como el grupo de técnicos que habían colaborado con Jorge Rodríguez en la Ley 23.877, como Conrado González y José Pagés. Cabe destacar también la Comisión Asesora para la Educación Superior, que integraron Carlos Floria, Juan Carlos Tedesco, Emilio Tenti Fanfani, Fernando Martínez Paz, José Luis de Imaz, José Luis Cantini y Juan Carlos Aguila.

El nuevo enfoque de política universitaria tuvo como ejes: la cultura de la evaluación para el mejoramiento de la calidad, la promoción de la investigación universitaria para desarrollar un modelo universitario más humboldtiano, la derogación de las normas regulatorias universitarias de la dictadura, la creación de nuevas universidades en el conurbano bonaerense y la ampliación de los alcances de la autonomía y autarquía universitaria. Fruto de esa gestión fue la creación del Fondo para el Mejoramiento de la Calidad (FOMEC), el sistema de información universitaria y la realización del primer censo nacional de estudiantes, el programa de incentivos a los docentes investigadores, la creación de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU) y previo a ella la Comisión de Acreditación de Posgrados (CAP), el financiamiento de las universidades bajo el enfoque de asignación de una suma global (block grant) lo que aseguraba la efectiva autarquía y el desarrollo de una modelo de distribución presupuestaria entre instituciones, así como el financiamiento “target oriented” siguiendo la experiencia de Miterrand en Francia con los contratos programa.


 

En octubre de 1998 realizábamos el Foro UNESCO: “Mujeres, Ciencia y Tecnología”, en San Carlos de Bariloche, en el que participaron más de 200 mujeres, como reunión preparatoria del Congreso Mundial de Ciencias que se llevó a cabo en 1999 en Budapest. Las principales recomendaciones del Foro fueron: promover la equidad de género en el desarrollo profesional, fomentar la educación no sexista en CyT, propender a la vinculación entre científicas, tecnólogas y empresarias, y fortalecer las políticas y programas de equidad de género a nivel regional y nacional. Cabe advertir que este Foro se realizó veintidós años antes que la cuestión de género alcanzara la visibilidad que hoy tiene.

Finalmente la elaboración, negociación y sanción de la Ley de Educación Superior 24.521 en 1995, todavía vigente con tres modificaciones parciales desde entonces, entre las más importantes la última de 2015 sobre gratuidad e ingreso irrestricto. Esos resultados fueron soportados económicamente por un préstamo sectorial del Banco Mundial: el Programa de Reforma de la Educación Superior (PRES). El Programa contó con asesores internacionales prestigiosos como Jean Claude Martin, profesor emérito y ex Presidente de la Universidad de Toulouse y Lauritz Von Nielsen, danés que años después fuera elegido Rector de la Universidad de Aarhus, una de las universidades europeas más innovadoras analizadas por Burton Clark. Una exposición resumida se presenta en Del Bello (1994).

En 1996 volví al Ministerio de Economía nuevamente con Juan J. Llach como Subsecretario de Inversión Pública, a cargo del fondo de preinversión y plan nacional de inversión pública, y la negociación de préstamos sectoriales con los organismos internacionales de crédito. Habían transcurrido menos de 6 meses y el Ing. Jorge Rodríguez fue designado Jefe de Gabinete de Ministros y en su reemplazo en Educación es designada la entonces Secretaria de Educación, la socióloga Susana Decibe. Es el momento de la denominada “segunda reforma del Estado”, y en ese marco soy convocado para la reforma del sector de Ciencia y Tecnología.

Ya no era entonces un investigador activo, sino un “policy makers”. Asumí la Secretaría de Ciencia y Tecnología. Acepté, con la condición de ejercer simultáneamente la intervención del CONICET. Ejercía la presidencia del CONICET el Dr. Florencio Aceñolaza, geólogo e investigador superior del CONICET, ex diputado nacional por el peronismo de Tucumán. Era Secretario el cardiocirujano Domingo Liotta quien había asumido la SECYT luego del fallecimiento de Raúl Matera. No obstante que el Dr. Aceñolaza conducía un nuevo directorio del CONICET, parcialmente diferente en su composición ideológica que el de 1989/1990, estimé imprescindible que la reforma del área incluyera la intervención de ese organismo nacional de CyT. Cabe señalar que Florencio Aceñolaza aceptó la intervención con hidalguía, desde entonces nos une un reconocimiento y mutuo respeto.

La reforma del área se desplegó a partir del consenso alcanzado por más de un centenar de científicos, tecnólogos y especialistas en política científica y tecnológica, que fueron convocados a ese efecto. Se trabajó en seis comisiones, coordinadas por Mario Albornoz, Conrado Varotto, Patricio Garrahan, Daniel Chudnovsky, Juan Carlos Aguila y Daniel Bess. También se contó con la asistencia de expertos de España, Corea del Sur y EEUU. Las conclusiones fueron publicadas en el documento Bases para la discusión de una política en ciencia, y tecnología, el “libro blanco” (SECYT, 1996).

Nuevamente fueron otros tres años intensos en la gestión de la política pública en CyT: se creó la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT), transfiriéndose el FONTAR a la nueva Agencia al mismo tiempo que se creaba el FONCYT (Fondo para Investigación Científica y Tecnológica). Luego de seis meses de intervención en el CONICET, corto período en el que se reanudó la apertura de la carrera del investigador científico con un sistema no basado exclusivamente en el orden meritocrático nacional, sino con un enfoque que sin negar el principio del mérito incluía también el desarrollo regional equilibrado (“mérito y pertinencia”, siguiendo a Patricio Garrahan), se democratiza el CONICET y se lo reorganiza con un enfoque de gestión más gerencial, a través del Decreto 1661/96. La estructura actual de gobierno del CONICET fue la diseñada y desarrollada en esa época.

Al concluir el período de intervención, asumieron los directores electos. La SECYT con la ANPCyT asumían la gestión del Programa de Modernización Tecnológica que era trasladado desde el Ministerio de Economía a la SECyT al igual que el FONTAR. Ello ocurrió renegociación mediante con el BID, que fue posible por mi experiencia previa en la SPU y en la Subsecretaría de Inversión Pública, en cuanto a negociación con organismos internacionales. Con el INDEC hicimos la primera encuesta manufacturera sobre innovación tecnológica en 1998. Asimismo, se recuperó la historia de los planes de CyT, cuya única versión había sido el Plan de 1972, elaborado por la SECONACyT, en el marco de los planes de desarrollo que formulara el CONADE. Se elaboraron entonces los Planes Plurianuales de Ciencia y Tecnología que desde 1998 han tenido continuidad. También se inició la evaluación externa de los organismos nacionales de ciencia y tecnología, con las evaluaciones del ANLIS y el INTI. Un análisis de los cambios institucionales los presentan Chudnovsky (1999), Aguiar y col. (2018).


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En 1998 recibí la distinción como Personalidad Pública Destacada-Premio Hecho en Argentina, por parte de la Confederación General de la Industria. En ese mismo año el Presidente de Brasil, Fernando Enrique Cardozo, me distinguió con la Ordem Nacional do Cruzeiro do Sul, en grado de Gran Oficial, por las contribuciones a la integración científica y tecnológica entre Brasil y Argentina.

Los logros alcanzados resultaron del trabajo de un equipo integrado por Mario Mariscotti (Presidente de la ANPCyT), Carlos Marschoff, Francisco de la Cruz, Isabel Mc Donald, Marta Borda, Mario Parisi, Rebeca Guber, Armando Bertranou, Rodolfo Ugalde, Juan Del lacha, Rodolfo Blasco, Roberto Williams, Norma Hintze, entre otras y otros.

Concluía esta etapa de reforma con la negociación y aprobación del PMT II por parte del BID, cuya ejecución estaría a cargo del nuevo gobierno nacional (Alianza). Dejábamos a la nueva gestión un préstamo de 250 millones de dólares y un fondo fiduciario en el Banco de la Nación Argentina de 250 millones de pesos/dólares.


  

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Otro legado a la próxima gestión: en un contexto de finalización del Gobierno de Menem, elaboré un proyecto de ley del sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación que se lo propuse no oficialmente, en la segunda mitad de 1989, al Senador Nacional de la UCR el tucumano Humberto Salum, quien ejercía la presidencia de la Comisión de CyT del Senado. No obstante, Salum lo tomó como propio y años después en la Presidencia de Fernando de la Rúa y con la participación de la diputada nacional peronista Adriana Puiggrós, en agosto de 2001, se sancionaría la ley 25.467 que establecía el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación. En tanto, en las bambalinas del parlamento había contribuido a afianzar en una ley las reformas institucionales de 1996: las instituciones regulatorias del sistema de CTI, como el GACTEC (Gabinete Científico y Tecnológico) que contaba con una comisión asesora integrada por prestigiosos miembros como el Dr. René Favaloro, creado por Decreto 1273/96; el COFECYT (Consejo Federal de CyT) creado por Decreto 1274/96, y el CICYT (Consejo Interinstitucional de CyT), así como la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) que fuera creada por el Decreto 1660 de 1996, en su carácter de agencia de financiamiento de proyectos

de investigación e innovación.


DESDE EL 2000: EL REGRESO PLENO A LA VIDA ACADÉMICA

Concluido el paso de ocho años continuos en la gestión pública, me reinserté en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), al ganar un concurso de profesor titular regular. Di clases de grado, me integré como investigador en el Instituto de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología (IEC), dictando clases en la Maestría de Ciencia, Tecnología y Sociedad, así como participando en tribunales de tesis. Finalmente fui Director de dicha Maestría. Simultáneamente, invitado por Sara Rietti y Carlos Abeledo, fui profesor en la Maestría en Política y Gestión de la Ciencia y la Tecnología de la UBA. Desde entonces dictamos regularmente con Carlos Abeledo un Seminario de Política Científica y Tecnológica.


 

Dirigí la Universidad Virtual de Quilmes, la primera universidad pública con un amplio desarrollo de la educación virtual. Dos artículos de mi autoría exponen la experiencia de la UVQ, publicados por la UNESCO (Del Bello 2001 a) y la OEI (Del Bello 2001b).

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Figura: Con Armando Bertranou (Presidente CONICET) Susana Decibe (Ministra Educación) Mario Mariscotti (Presidente ANPCYT).


En 2001 el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) me propuso como representante del sistema universitario en la CONEAU. Fui miembro de la Comisión por un período de cuatro años, integrando en representación de la Comisión el equipo de expertos que realizó las evaluaciones externas de la Universidad Nacional de Córdoba, la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales y la Universidad de Belgrano.

También en ese año me convocó el Ministro de Educación, Hugo Juri, para integrar una Comisión Nacional para el Mejoramiento de la Educación Superior (“la comisión Juri”), a la que contribuí con escritos.

En enero de 2002, cuando asume la presidencia de la Nación el Dr. Eduardo Duhalde, me integré el equipo económico de esa gestión, conducido por el economista Jorge Remes Lenicov, que propuso la salida del régimen de convertibilidad. No conozco ningún otro economista que haya participado en el inicio y cierre del programa de convertibilidad. A los meses me propusieron el cargo de Director del INDEC. Hicimos la segunda encuesta manufacturera de innovación y el Censo Nacional Agropecuario. Polemicé públicamente con el Ministro Roberto Lavagna, quien sucediera en esa cartera a Jorge Remes, sobre la medición de la pobreza. Cabe destacar que el Presidente Eduardo Duhalde, quien me citó a su despacho en la Casa Rosada para que le explicara los cálculos de medición, respaldó mi posición. Decidí que el INDEC publicara en detalle la metodología de medición.

La disputa técnica y política con Roberto Lavagna implicó mi discontinuidad en la conducción del INDEC al asumir Néstor Kirchner. El derrotero del INDEC desde entonces realmente fue penoso hasta que asumiera Jorge Todesca, ex viceministro de Jorge Remes con Eduardo Duhalde, en 2015. Mi posición sobre la “intervención” del INDEC fue pública y notoria, a través de mi participación en encuentros académicos críticos con Luis Beccaria y Víctor Becker. La revista Ciencia Hoy me pidió que escribiera una nota de divulgación científica explicando la medición del índice de Precios al Consumidor (Del Bello 2007b). El daño causado a las estadísticas de precios (subestimación del IPC) y en consecuencia la sobreestimación del cálculo del PBI en el período fue expuesto en notas de investigadores y medios de comunicación masivos.


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Entre mayo de 2003 y diciembre de 2007 fui asesor del Secretario de Ciencia y Técnica, el Ing. Tulio del Bono, quien fuera Rector de la Universidad Nacional de San Juan durante el período que yo ejercí el cargo de Secretario de Políticas Universitarias. Colaboré con él, conduciendo la negociación de los créditos internacionales con el BID (el PMT III) y el primer crédito del Banco Mundial para CyT. Se establecía entonces el FONARSEC, un nuevo fondo para financiar proyectos tecnológicos sectoriales de mediana y alta magnitud económica.


Dicté clases de posgrado en la Universidad Torcuato di Telia (UTDT) y en la Universidad de San Andrés (UDESA). En esta última universidad, respondí favorablemente a la invitación de Catalina Wainerman para dirigir tesis de doctorado y maestría, e integrar tribunales examinadores de tesis.2 Fui invitado por el sociólogo Torcuato Di Telia para integrarme al Consejo de Dirección de la Universidad Torcuato Di Telia, del que fui miembro durante 4 años hasta la inauguración del edificio áulico sobre la Avda. Figueroa Alcorta. Aprendí mucho de la gestión de una universidad privada, compartí ese espacio con el historiador Eduardo Míguez, el cineasta Andrés Di Telia, el abogado Torcuato Sozio, el sociólogo y analista político Manuel Mora y Araujo y empresarios innovadores, preocupados y ocupados por el desarrollo universitario. Asimismo, fui convocado por la Universidad Abierta Interamericana para estructurar la secretaría de investigaciones y

también dictar clases de posgrado.

En ese contexto, fui invitado por el Consejo de Rectores de Universidades Privadas para hacer una investigación sobre la universidad privada argentina, cuyos resultados fueron publicados por Libros del Zorzal (Del Bello y col, 2006a)


2 Dirigí las tesis de doctorado de Soledad Álvarez de Campos, Ariana de Vincenzi y Angela Corengia, e integré varios tribunales de tesis de maestría y doctorado (Ana María Mas, María Genoveva Mujica, Angela Corengia, Rodolfo De Vincenzi). También dirigí la tesis de maestría de Marcela Rizzo.


Asimismo, el Programa Nacional de Docentes Investigadores universitarios me otorgó, en 2009, la Categoría II y, en 2014, la Categoría I.

En todos esos años he sido consultor del BID, BIRF, PNUD, CEPAL y ONUDI en varios países de América Latina y he publicado artículos y capítulos de libros sobre el sistema universitario argentino (Del Bello 2005a, 2005b, 2005c, 2006b; Del Bello y col. 2007a; Del Bello J.C. y Del Bello MJ. 2007b; Del Bello y Giménez 2007c; Del Bello 2012; Giménez y Del Bello 2016), y también sobre el sistema nacional de innovación (Del Bello 2006c y 2015).

El 19 de diciembre de 2008 se creó la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN), proyecto de ley presentado por el senador rionegrino Miguel Pichetto, quien me convocó para elaborar el estudio de factibilidad. La creación de la UNRN había sido una iniciativa personal en las internas partidarias con Carlos Soria por la gobernación de Río Negro. Por períodos cortos regresaba a mi provincia, Río Negro, desde el regreso al país, en el marco de la militancia política en el peronismo. Fui candidato a vice gobernador por el PJ en 1999, pre candidato a Gobernador en 2002, presidente del Partido Justicialista provincial entre 2003 y 2005, año este último en el que me retiré de la militancia partidaria.


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Figura: Con Egresados UNRN.


Creada la Universidad, el Ministro de Educación de la Nación, Juan Carlos Tedesco, me propuso como Rector Organizador y Normalizador asumiendo dicho cargo en febrero de 2008. Protagonista del diseño de la nueva universidad pública en el extenso territorio provincial (200.000 km2) y la organización de la casa de altos estudios, fui electo Rector en 2011 y reelecto en 2015 y 2019. Hoy la UNRN cuenta con 11.000 estudiantes, más de 60 carreras de grado, doctorados en ciencias de la tierra y en ciencias sociales, maestrías y especializaciones. En 2020 la UNRN ocupó el noveno lugar del país en el índice Scimago, de investigación, que se construye con base en Scopus. Todas las carreras de interés público están acreditadas por CONEAU. En sólo 12 años de vida académica la UNRN cuenta con 3 institutos de investigación de doble dependencia con el CONICET y un Centro de Investigación y Transferencia con dicho organismo, además forma parte de la Unidad Integrada de Investigación en el Valle Inferior con el INTA, el Instituto de Desarrollo del Valle Inferior y la Universidad del Comahue. Es una universidad con un enfoque híbrido, profesional y de investigación, con fuerte énfasis en el modelo humboldtiano. En carácter de Rector he presidido la Comisión de Ciencia, Tecnología y Arte del CIN, y represento a las universidades patagónicas en el Consejo Interinstitucional de Ciencia y Tecnología. He sido director y profesor de la Maestría en Ciencia, Tecnología e Innovación, en la Especialización en Management Tecnológico y en la Especialización en Docencia Universitaria, de la UNRN.

En diciembre de 2015 recibí un reconocimiento en mi carácter de Rector por parte de la Europe Business Assembly de Oxford y el Club de Rectores de Europa. En 2018, la fundación para la interacción de los sistemas productivo, educativo, científico tecnológico FUNPRECIT, al cumplir su 35° aniversario, me distinguió con el Premio a la Gestión Estratégica en Innovación.

Integro el Centro de Estudios en Ciencia, Tecnología, Cultura y Desarrollo (CITECDE) de la UNRN, y participo activamente en proyectos de investigación, en carácter de director o codirector. Entre otros, destaco el estudio de la política científica y tecnológica de un grupo seleccionado de países (Nueva Zelanda, Sudáfrica, Chile, Brasil y España), realizado para el MINCYT a partir de la adjudicación del proyecto previa licitación pública (Del Bello J.C. y col. 2016). En este ámbito he contribuido a la formación de investigadores jóvenes como Diego Aguiar, Andrés Niembro y Francisco Aristimuño. Actualmente se encuentra en proceso de publicación en una revista con referato un artículo en coautoría (Niembro A. y col, 2020). Y en el marco de la pandemia COVID 19 escribí un capítulo de un libro que será publicado en Colombia (Del Bello 2020a) y un artículo para la revista de la Universidad Abierta Interamericana (Del Bello 2020b).


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Figura: Premio Mejor Rector Regional, Universidad de Oxford.


En 2020 con Osvaldo Barsky hemos dictado un Seminario sobre Historia del Sistema Universitario Argentino en el Doctorado en Educación Superior Universitario del consorcio integrado por las Universidades Austral, Río Negro y Abierta Interamericana, continuando con el guión que hicimos en 2018 de la serie documental de trece capítulos producida por el Centro de Producción de Contenidos Audiovisuales de la UNRN, sobre Historia del Sistema Universitario Argentino (HSUA), que difundiera Canal Encuentro (www.hsua.com.ar) (https://redm.app/_sites/ hsua.com.ar/).


Reflexión final

En síntesis, desde una perspectiva evolutiva cuyo eje son los temas de innovación, ciencia y tecnología, y educación universitaria, he desarrollado una vida académica y profesional que combinó sinérgicamente la gestión pública, la investigación y la docencia. Rara avis ya que no se trata de una trayectoria lineal clásica del investigador científico, con la formación doctoral y posdoctoral. Razones políticas amputaron la linealidad de ese desarrollo. Aprendí haciendo, en inglés learning by doing, una expresión clásica que alude al proceso evolutivo de la innovación y el cambio tecnológico en la producción de bienes y servicios. Incansable en la vida cotidiana, siempre me ha motivado el quehacer analítico para la transformación social.



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